Empecemos por advertir que la palabra potaje viene del francés potage que no significa otra cosa de sopa, y para ser mas exactos habría que puntualizar que ambas vienen a su vez pote, o pot, es decir, el guiso que se está haciendo en la pota, caldero, cazuela, o como se quiera llamar a recipiente.
Así pues cuando se dice pote gallego o pote asturiano, además de ser completamente diferentes entre sí, lo cierto es que no existe solo uno de cada clase, si no infinitos, casi tantos como amas de casa hubiera cocinando en cada momento.
Por ejemplo en la zona de Los Oscos el pote lleva grelos y unto (una especie de tocino rancio que aporta un sabor muy peculiar a toda la cocina asturgalaica), mientras que el Oriente lleva fabes y pantruque de maíz, y tanto uno como otro, si se interpolasen, serían rechazados radicalmente como pote asturiano fuera de su zona.
Y en esto llega el tiempo de vigilia, y ni en oriente ni en occidente se pueden echar chorizos, morcillas, lacones ni costillas a la pota
¡Qué desgracia!
Entonces entran los pescados ceciales, fuente de proteínas no cárnicas que la Iglesia admite en la vigilia cuaresmal.
Evidentemente esto ocurría lejos de la costa, porque los pescadores de Cudillero comían a diario, el pescado que ese día habían sacado, y si la mar estaba torpe, pues recurrían a su famoso tasajo de subsistencia, el hoy tan de moda Curadillo, ya fuese Semana Santa o vísperas de San Fermín.
¿Cual es entonces el verdadero potaje de vigilia?
Pues, quizás por contaminación castellana, o quizás por la propia exquisitez del plato, se considera potaje de vigilia el preparado a base de garbanzos, espinacas y bacalao, con los aderezos propios del guiso, claro.
Es plato de origen madrileño, muy popular desde hace bastantes siglos (hasta hace poco, en las provincias castellanas, del mar solo se comía congrio, bacalao y pulpo, por supuesto en salazón), y debía ser considerado como de postín en estas tierras cuando, se lo dieron a la milicia carlista que tomó Oviedo el 19 de octubre de 1836, para dejar groggys a los saltantes, y poder así desarmarlos y ponerlos a buen recaudo (a partir de entonces se confunde en Asturias El Desarme con el Potaje de vigilia, porque el plato de garbanzos es el mismo).
¿Pero no habría otros potajes difrentes por nuestra geografía?
Pues seguro que sí y hasta podría aventurar que los monjes de Villanueva harían el guiso con esos sabrosos salmones recién entrados por el Sella, y los del conventín de Valdedios con algún besugo traido a galope desde la villa por ese pescador que imploraba ciertas indulgencias carnales y veía peligar su bienstar en la otra vida si el prior no le daba la bendición.
Y garbanzos sí, por supuesto mucho antes que fabes que son americanas, o nabos, castañas y bellotas que no están en temporada, pero quizás también se usaran panes duros de escanda, patatas (mas recientemente), o cualquiera de los muchos ingredientes que soliesen frecuentar las potas, porque como ya hemos dicho, todo lo que se eche al pote hace potaje, y si es de vigilia, pues salvando la carne, ya va listo.
Así pues cuando se dice pote gallego o pote asturiano, además de ser completamente diferentes entre sí, lo cierto es que no existe solo uno de cada clase, si no infinitos, casi tantos como amas de casa hubiera cocinando en cada momento.
Por ejemplo en la zona de Los Oscos el pote lleva grelos y unto (una especie de tocino rancio que aporta un sabor muy peculiar a toda la cocina asturgalaica), mientras que el Oriente lleva fabes y pantruque de maíz, y tanto uno como otro, si se interpolasen, serían rechazados radicalmente como pote asturiano fuera de su zona.
Y en esto llega el tiempo de vigilia, y ni en oriente ni en occidente se pueden echar chorizos, morcillas, lacones ni costillas a la pota
¡Qué desgracia!
Entonces entran los pescados ceciales, fuente de proteínas no cárnicas que la Iglesia admite en la vigilia cuaresmal.
Evidentemente esto ocurría lejos de la costa, porque los pescadores de Cudillero comían a diario, el pescado que ese día habían sacado, y si la mar estaba torpe, pues recurrían a su famoso tasajo de subsistencia, el hoy tan de moda Curadillo, ya fuese Semana Santa o vísperas de San Fermín.
¿Cual es entonces el verdadero potaje de vigilia?
Pues, quizás por contaminación castellana, o quizás por la propia exquisitez del plato, se considera potaje de vigilia el preparado a base de garbanzos, espinacas y bacalao, con los aderezos propios del guiso, claro.
Es plato de origen madrileño, muy popular desde hace bastantes siglos (hasta hace poco, en las provincias castellanas, del mar solo se comía congrio, bacalao y pulpo, por supuesto en salazón), y debía ser considerado como de postín en estas tierras cuando, se lo dieron a la milicia carlista que tomó Oviedo el 19 de octubre de 1836, para dejar groggys a los saltantes, y poder así desarmarlos y ponerlos a buen recaudo (a partir de entonces se confunde en Asturias El Desarme con el Potaje de vigilia, porque el plato de garbanzos es el mismo).
¿Pero no habría otros potajes difrentes por nuestra geografía?
Pues seguro que sí y hasta podría aventurar que los monjes de Villanueva harían el guiso con esos sabrosos salmones recién entrados por el Sella, y los del conventín de Valdedios con algún besugo traido a galope desde la villa por ese pescador que imploraba ciertas indulgencias carnales y veía peligar su bienstar en la otra vida si el prior no le daba la bendición.
Y garbanzos sí, por supuesto mucho antes que fabes que son americanas, o nabos, castañas y bellotas que no están en temporada, pero quizás también se usaran panes duros de escanda, patatas (mas recientemente), o cualquiera de los muchos ingredientes que soliesen frecuentar las potas, porque como ya hemos dicho, todo lo que se eche al pote hace potaje, y si es de vigilia, pues salvando la carne, ya va listo.
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